Histórica
El 28 de junio de 1807, justo un año después del primer intento británico, se iniciaba la Segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata con el desembarco de las tropas británicas en la Ensenada de Barragán. Este nuevo ataque demostraba que, a pesar del contundente fracaso de la primera invasión en 1806, el Imperio Británico no había abandonado sus ambiciones sobre el estratégico puerto de Buenos Aires y su potencial comercial.
Los británicos, esta vez mejor organizados y con mayor número de efectivos (más de 10.000 hombres al mando del general John Whitelocke), procuraban corregir los errores militares y políticos de la campaña anterior. El desembarco inicial se realizó en la chacra de Don Gaspar Santa Coloma, en la zona de Quilmes, donde los invasores establecieron su base de operaciones. Sin embargo, nuevamente subestimaron el espíritu combativo del pueblo rioplatense.
Tal como lo expresaba Don Manuel Belgrano: “Tener el amo viejo o ninguno”. Ese sentimiento predominaba entre los criollos, quienes, a pesar de estar bajo dominio español, rechazaban aún más la idea de una ocupación extranjera. La población local mostró una feroz resistencia: la hostilidad de los habitantes, la acción organizada de las partidas criollas armadas, y la negativa a colaborar o abastecer al invasor, obstaculizaron de manera decisiva el avance enemigo. Sin caballos, víveres ni aliados locales, los británicos comenzaron a sentir el peso de una guerra que ya no era sólo militar, sino también civil.
El 29 de junio, cuando la noticia del desembarco llegó a Buenos Aires, también arribó desde Cádiz una Real Orden del Rey Carlos IV, que disponía que, ante la ausencia o destitución del virrey, el mando debía recaer en el oficial de mayor graduación. Así, Santiago de Liniers y Bremond, héroe de la primera reconquista de Buenos Aires, fue confirmado oficialmente como autoridad máxima del Virreinato del Río de la Plata.
La defensa de Buenos Aires durante esta segunda invasión culminaría días más tarde, con una acción conjunta entre el ejército regular, las milicias criollas y la participación decidida del pueblo en las calles. El fracaso británico fue rotundo y terminó con la capitulación del general Whitelocke el 7 de julio de 1807. La derrota sería tan humillante para los británicos que le costó el juicio y la destitución a su comandante.
Las mujeres rioplatenses jugaron un papel decisivo y muchas veces silenciado en esta defensa. No solo apoyaron a los combatientes desde la retaguardia, sino que también actuaron como espías, mensajeras, proveedoras de información táctica y logística, y organizadoras de recursos. Algunas participaron incluso directamente en la lucha armada, desafiando las normas de género de la época.
Muchas mujeres colaboraban curando heridos, fabricando municiones caseras, escondiendo armas en sus hogares o en sus vestimentas, y movilizando a sus comunidades. Otras, como las "damas de la Recova", organizaron colectas y aportes económicos para sostener a los milicianos, mientras que las mujeres de los barrios más humildes ayudaban desde sus casas a abastecer y proteger a los defensores de la ciudad.
Estas acciones muestran que la resistencia no fue sólo militar, sino también civil y comunitaria, y que la lucha por la soberanía tuvo un profundo carácter colectivo.
Este episodio marcó un punto de inflexión en la conciencia política del pueblo rioplatense: la defensa de la ciudad sin ayuda del poder imperial español despertó el sentido de autonomía, sembrando las semillas de los procesos revolucionarios que eclosionarían en 1810.
Desde el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas del Partido de La Costa recordamos esta fecha como un hito fundamental en la construcción de la identidad nacional y el espíritu de resistencia criolla, pilares históricos que también inspiraron a caudillos como el Brigadier General Juan Manuel de Rosas, defensor de la soberanía y del protagonismo del pueblo en la historia argentina.
Ariel Agustín Quiroz
Instituto de Investigaciones Historias Juan Manuel de Rosas del Partido de la Costa.
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