Las divisiones del peronismo: una amenaza al legado de Perón
“Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”
Juan Domingo Perón
La unidad es el fundamento del Movimiento Nacional
Desde su irrupción en la escena política argentina en 1945, el peronismo nació como un movimiento nacional, social y profundamente popular, integrador de clases, con raíces firmes en los principios de justicia social, soberanía política e independencia económica. Fue una verdadera revolución política y cultural, una bisagra en la historia argentina que desplazó a las viejas oligarquías y puso al trabajador como sujeto central de la Patria.
Juan Domingo Perón no fundó un partido político al estilo liberal, sino que construyó una Comunidad Organizada, una doctrina filosófica, política y moral que tenía como centro el bienestar del pueblo y la grandeza de la Nación. Bajo su conducción, se articularon sindicatos, juventudes, mujeres organizadas, profesionales y sectores marginados, en un proyecto que buscaba redimir al pueblo argentino de la dependencia económica y la dominación extranjera.
El peronismo fue, desde su origen, una síntesis de las tradiciones nacionales: el federalismo de Artigas y Rosas, el nacionalismo social de Yrigoyen, y la conciencia obrera del siglo XX. No fue casualidad que los humildes y los trabajadores sintieran que, por primera vez, el Estado hablaba en su idioma.
Hoy, frente a las fracturas internas del peronismo, provocadas por personalismos, alianzas contradictorias o la falta de formación doctrinaria, el movimiento se ve debilitado y confundido. Se habla en nombre de Perón, pero muchas veces se traicionan sus principios con discursos vacíos o decisiones que favorecen intereses contrarios al pueblo.
Estas divisiones son una expresión de la desmemoria colectiva y del abandono de la formación política integral. Cuando la doctrina se deja de lado, aparecen los oportunistas, los neoliberales disfrazados y los burócratas que vacían de contenido al movimiento. Ya no se discute cómo lograr la justicia social, sino cómo repartirse espacios de poder.
Un peronismo sin doctrina es una cáscara sin alma. Es un edificio sin cimientos que no puede defender ni representar al pueblo. El movimiento pierde así su naturaleza de instrumento de liberación para convertirse en un engranaje más del sistema que vino a combatir.
A pesar de todo, el pueblo argentino nunca abandonó el sentimiento peronista. Es en las villas, en los barrios obreros, en las fábricas, en los clubes de barrio, donde la llama del peronismo sigue viva. Ahí es donde se conserva el recuerdo de Evita, de Perón y de todas las luchas que dignificaron a los humildes.
La historia demuestra que cada vez que el peronismo se alejó del pueblo, fue derrotado, pero cada vez que el pueblo lo rescató desde abajo, volvió a levantarse con más fuerza. El protagonismo popular no es un eslogan: es un dato histórico comprobable.
Enseñanza de adoctrinamiento: volver a las fuentes
Perón lo dejó claro: sin doctrina no hay movimiento. Por eso, reconstruir el peronismo implica volver a sus tres banderas fundamentales:
Justicia Social: para garantizar que cada argentino tenga acceso a una vida digna, con trabajo, salud, educación y vivienda.
Soberanía Política: para que las decisiones se tomen en Buenos Aires y no en Washington, el FMI o las embajadas extranjeras.
Independencia Económica: para que nuestros recursos naturales y productivos estén al servicio del pueblo y no del capital foráneo.
A esto debemos sumarle la unidad nacional, como principio rector. No puede haber lugar para el sectarismo, el egoísmo político ni el fraccionamiento mezquino. Como advertía el General: “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados.” Hoy, a más de dos décadas de ese pronóstico, seguimos viendo sus consecuencias.
La única manera de restaurar el verdadero peronismo es desde abajo, desde las bases, con formación política y conciencia histórica. Organizarse en cada barrio, en cada lugar de trabajo, en cada centro cultural o sindicato. Volver a hablar con claridad de Perón, de Evita, de la Comunidad Organizada, del Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.
Las bases deben asumir su rol histórico, como ya lo hicieron en 1945, en 1955, en 1973 y en cada instante en que el poder intentó aplastar la voluntad popular:
El 17 de octubre de 1945, una marea humana inundó Plaza de Mayo y las calles de todo el país exigiendo la libertad de Perón. No fue un acto de un partido, fue la insurrección pacífica de la conciencia popular, que entendía que Perón representaba sus conquistas: el estatuto del peón, la dignificación del trabajo, los derechos sociales.
Ese día no nació un candidato: nació una identidad política nueva. El pueblo creó al peronismo, y lo hizo sin medios de comunicación, sin estructuras partidarias, con la sola fuerza de la memoria, la gratitud y la esperanza.
En 1955, una dictadura cívico-militar derrocó a Perón y prohibió el peronismo durante casi dos décadas. Se borraron símbolos, se persiguieron militantes, se fusiló, se exilió, se silenciaron las voces obreras.
Pero el pueblo no olvidó. En las paredes aparecían pintadas con brea: “Perón vuelve”. Se organizaban actos en secreto, huelgas, ollas populares, misas en homenaje a Evita. Los sindicatos resistían, los jóvenes se formaban, los humildes sostenían la fe.
Esa resistencia mantuvo vivo el fuego que luego volvería a encender la historia.
Tras 18 años de proscripción, persecución y lucha, el peronismo volvió a gobernar. El 11 de marzo de 1973, el FREJULI ganó con más del 49% de los votos. Fue un momento de desahogo colectivo: el pueblo volvía a ser protagonista.
Perón regresó al país, y miles lo recibieron con lágrimas, cánticos y alegría. Volvía el conductor, pero también volvía la esperanza de una patria justa, libre y soberana. Aunque breve, esa etapa marcó el reencuentro del pueblo con su proyecto nacional.
El verdadero peronismo no se define en las internas partidarias, ni en las encuestas, ni en los acuerdos de cúpula. El verdadero peronismo está en el corazón del pueblo argentino. Está en los valores, en la memoria, en la doctrina.
Solo si volvemos a las fuentes, reconstruimos desde abajo y nos organizamos con conciencia nacional, podremos defender el legado de Perón frente a quienes lo utilizan solo como etiqueta vacía.
La historia nos enseña que el pueblo, cuando despierta, no perdona traiciones ni abandona sus causas. Y volverá a ser protagonista.
Revisionista de la Historia Argentina
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