EL GAUCHO, SU VESTIR Y LA BOMBACHA QUE AÚN NO HABÍA NACIDO

EL GAUCHO, SU VESTIR Y LA BOMBACHA QUE AÚN NO HABÍA NACIDO

En tiempos del Restaurador de las Leyes, don Juan Manuel de Rosas, el gaucho no vestía aún la prenda que hoy asociamos como típica del hombre de campo: la bombacha. Esa pieza de vestir llegaría recién años después, a mediados del siglo XIX, cuando el mundo cambiaba al ritmo de los cañones de la Guerra de Crimea. En la campaña argentina de la década de 1830 y 1840, el chiripá era el emblema del paisano.

El chiripá consistía en una especie de manta o paño rectangular, que se ceñía a la cintura con una faja, dejando al descubierto las piernas por debajo. Por debajo de él, a veces se usaban calzoncillos largos de lienzo. El gaucho de Rosas lo llevaba con naturalidad, junto a su poncho, su sombrero chambergo, su camisa amplia y su facón al cinto. En los fortines, entre los milicianos, en los saladeros y en la soledad del campo abierto, el chiripá era símbolo de pertenencia a una cultura rural, libre y endurecida por el trabajo y la guerra.

Una prenda foránea que aún no llegaba

La bombacha de campo, tal como hoy la conocemos, no existía aún en la época rosista. Su llegada al Río de la Plata fue posterior al régimen federal. Se trató de un excedente militar de la Guerra de Crimea (1853-1856), que involucró a potencias europeas y al Imperio Otomano. Miles de pantalones tipo “babucha”, originalmente destinados a soldados turcos, fueron vendidos tras el conflicto, y una parte significativa arribó al territorio de la Confederación Argentina.

Fue el general Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación tras la caída de Rosas, quien habría facilitado el ingreso de estos uniformes a cambio de productos locales. Aquellas babuchas, prácticas y cómodas, se distribuyeron por las pulperías, y el gauchaje —que ya comenzaba a transitar una transformación cultural— adoptó la bombacha como prenda ideal para el trabajo rural. Reemplazó al chiripá, en un proceso que no fue inmediato, pero sí irreversible.

Un cambio cultural tras la caída del régimen federal

Durante el gobierno de Rosas, el gaucho todavía era más guerrero que peón, más hombre libre que asalariado, y su vestimenta lo representaba. La transformación del gaucho en trabajador rural asalariado, dependiente de la estancia o del saladero, se profundizó después de Caseros. La bombacha vino a ordenar, uniformar y domesticar al paisano. Fue símbolo de otra época, menos montaraz, más europeizante.

Así, la bombacha de campo nacida en los campos de batalla de Crimea y adaptada en la inmensidad pampeana no pertenece al gaucho de Rosas, sino al gaucho del Estado liberal naciente. Representa un punto de inflexión en la historia rural argentina: del gaucho de chiripá y poncho, libre, armado, criollo, al trabajador del campo regulado, sumido en relaciones laborales modernas.

En esa prenda, entonces, no solo se teje algodón: se entreteje también el paso del tiempo, el cambio de régimen y el avance de un modelo de país. Por eso, aunque hoy la bombacha nos parezca indiscutiblemente “tradicional”, su origen está en una guerra extranjera y su adopción en un país que dejaba atrás el federalismo popular y se lanzaba a otra etapa de su historia.

Por Ariel Agustín Quiroz 
Revisionista Rosita de la Historia Argentina 


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