El castigo a Rosas
La historia argentina del siglo XIX no puede comprenderse sin pasar por la figura imponente, compleja y polémica de Juan Manuel de Rosas. Gobernador de Buenos Aires, líder del federalismo, caudillo popular, Rosas fue un protagonista central de los conflictos que definieron al país durante décadas. Pero su destino no fue el de los héroes clásicos: fue derrotado, exiliado y condenado al olvido oficial durante más de medio siglo. A eso llamamos el castigo a Rosas.
La caída del Restaurador
Tras más de dos décadas de hegemonía, Rosas fue vencido en la Batalla de Caseros (1852) por el Ejército Grande de Justo José de Urquiza, con apoyo del Brasil, unitarios exiliados y otros enemigos internos.
Rosas huyó a Inglaterra, donde viviría 25 años en un exilio silencioso y marginal, labrando la tierra como un estanciero pobre, sin poder regresar jamás a su patria.
Borrado de la historia oficial
Durante el período liberal que siguió a su caída, la figura de Rosas fue sistemáticamente demonizada:
- Su nombre fue prohibido en escuelas y documentos.
- Fue retratado como tirano, asesino y enemigo de la civilización.
- Las generaciones formadas por Sarmiento, Mitre y Alberdi lo enseñaron como el “ogro federal”.
Pero el pueblo no lo olvidó
En las zonas rurales, entre paisanos y gauchos, su figura pervivió como símbolo de justicia popular y orden criollo.
Los restos de Rosas fueron reclamados durante años por sectores nacionalistas, hasta que en 1989 el Congreso aprobó su repatriación, efectivizada en el año 1989.
¿Justicia histórica?
La historia castigó a Rosas con el olvido oficial, pero también le dio revancha: hoy se lo reconoce como una figura clave en la defensa de la soberanía, el federalismo y la identidad nacional.
Su figura ya no puede ser reducida ni a tirano ni a salvador: es una síntesis trágica de nuestra historia inconclusa.
Revisionista Rosita
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