“El Último Mate de Sangre” – Parte II de La Sangre del Sur

La historia de la segunda parte de la Saga de Rosas, ambientada en los años posteriores, donde el eco de la amenaza vampírica no ha desaparecido del todo…

Título: “El Último Mate de Sangre” – Parte II de La Sangre del Sur

Capítulo I: El regreso de la sombra

Año 1852. Juan Manuel de Rosas ha sido derrocado por Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros y parte al exilio en Southampton, Inglaterra. Pero no todo lo oscuro fue derrotado aquel día.

Uno de los oficiales que participaron en la caída de Rosas, el joven coronel Martín Granada, nieto de Nicolás Granada, encuentra en los archivos familiares un diario oculto: allí se narran las batallas contra Lucien, el vampiro traído por los Libres del Sur. Pero lo más alarmante no es lo que ocurrió, sino lo que no se destruyó.

En un párrafo final, Nicolás escribe:

 "La cabeza fue sellada… pero su alma aún respira. Si alguna vez las viejas alianzas despiertan, volverá la noche roja."

Esa noche, en la estancia de San Miguel del Monte, una anciana de rostro quemado por el sol toca la puerta. Es una ñanga-piré, bruja mestiza del sur profundo. Le entrega a Martín un mate de calabaza decorado con runas:

 “Este mate está hecho con la cáscara del primer vampiro criollo. Tomá de él, y vas a ver lo que los ojos no muestran.”

Capítulo II: El culto de la cabeza

Mientras tanto, en Buenos Aires, una logia secreta conocida como "Los Hijos de Lucien" ha comenzado a moverse. Herederos de estancieros traidores, criollos degenerados y militares frustrados, planean recuperar la cabeza del vampiro, aún oculta bajo la Catedral.

Creen que al devolverle un cuerpo nuevo, Lucien podrá renacer… y esta vez, gobernar no solo la Argentina, sino todo el sur del continente. Se han infiltrado en el nuevo gobierno, disfrazados de reformistas.

Uno de sus líderes: el doctor Eduardo de Alvear, un cirujano respetado que practica transfusiones de sangre humana… con fines menos que médicos.

Capítulo III: El regreso de los Corta-Sombras

Martín, sabiendo lo que se avecina, recorre la provincia para reunir descendientes de los Corta-Sombras, muchos de los cuales han caído en el olvido, el alcoholismo o la pobreza. Uno por uno, los reúne y los entrena. Entre ellos:

Eulogia Cárdenas, una curandera que puede detectar vampiros por el pulso del suelo.

Ramón Quiroga, un exbandolero con un facón de acero guaraní.

Isidro “el Tuerto” Barreto, que perdió un ojo ante un vampiro pero ve el aura de los convertidos.

Forjan nuevas armas: lanzas con puntas de hueso consagrado, boleadoras con cruces de espina de Cristo, y un nuevo sable bautizado con sangre viva de descendientes de Rosas… el único metal capaz de cortar la conexión entre la cabeza de Lucien y su nuevo cuerpo.

Capítulo IV: El ritual en el Río de la Plata

Los Hijos de Lucien logran robar la cabeza maldita. La llevan hasta un islote del Delta, donde preparan un ritual de resurrección usando sangre de políticos corruptos, traidores a la patria y extranjeros embajadores.

Pero los Corta-Sombras los siguen.

La batalla se da en una noche sin luna. El agua del río se torna espesa, como aceite negro. Lucien renace… pero algo ha cambiado. Ahora tiene cuerpo criollo: sus ojos ya no son azules, sino marrones. Su voz no es francesa, sino arrastrada y gaucha. Ha absorbido las almas de sus víctimas argentinas.

Martín Granada se lanza contra él con el sable consagrado. En un combate feroz, logra herirlo… pero solo Eulogia, recitando una copla olvidada en lengua chaná, puede romper el vínculo que lo mantiene en esta tierra.

Con un grito final, el cuerpo de Lucien se deshace. La cabeza es enterrada en una tumba sin nombre, en medio de un ceibal maldito.

Epílogo: El mate sigue caliente

Años después, un gaucho solitario encuentra un mate de calabaza viejo tirado junto a un cuchillo de plata oxidado. Le da una calada… y por un instante, jura ver un jinete sin sombra cabalgando por la pampa.

La guerra contra la oscuridad no terminó. Solo duerme.

Por Ariel Agustín Quiroz 

No hay comentarios:

Publicar un comentario