LOS PRIMEROS POBLADORES ARGENTINOS: LOS ABORÍGENES, NATIVOS O INDIOS

LOS PRIMEROS POBLADORES ARGENTINOS: LOS ABORÍGENES, NATIVOS O INDIOS

Cuando los primeros conquistadores españoles llegaron a estas tierras, llamaron “indios” a los pueblos que encontraron, creyendo haber arribado a las Indias orientales. Sin embargo, aquellos habitantes eran los verdaderos pueblos originarios del suelo americano, que desde tiempos inmemoriales se habían desplazado desde Asia por el estrecho de Bering, conformando una diversidad de culturas que, con el tiempo, alcanzaron los extremos australes del continente.

En el territorio que con el tiempo se convertiría en la Confederación Argentina, esos pueblos no formaban una unidad ni una nación común, sino tribus con diferentes formas de vida, lenguas y territorios, en su mayoría con estructuras sociales ligadas a la caza, la pesca y la recolección.


LOS QUERANDÍES Y LOS PUEBLOS HETS: EL CORAZÓN DE LA PAMPA PRIMITIVA

Al llegar los españoles en el siglo XVI, la región pampeana estaba poblada por los Querandíes, una de las ramas del gran tronco étnico Hets. Desde las costas del Río de la Plata hasta los confines de la cordillera, estos pueblos se habían adaptado a las condiciones del medio con notable destreza. Se los conocía por sus hábitos de caza, pesca y su resistencia física. Usaban boleadoras y arcos, y su economía se complementaba con pescado secado y molido, transformado en harina, evidencia de una organización avanzada para su tiempo.

Según testimonios de cronistas como Ulrico Schmidl, eran fieros y orgullosos, y no tardaron en entrar en conflicto con los primeros europeos. Con el tiempo, muchos fueron absorbidos, esclavizados o desplazados, y el término “Querandí” desapareció de los documentos coloniales, reemplazado por la genérica palabra “Pampas”.


PAMPAS PRIMITIVOS Y SERRANOS: LA RESISTENCIA DEL LLANO

Durante el siglo XIX, en especial en la época de Rosas, el conflicto con los pueblos de la llanura cobró centralidad. Los antiguos Hets, en sus ramas Taluhet, Diuihet y Chechehet, se habían transformado con la adopción del caballo en guerreros indómitos, capaces de recorrer grandes distancias y realizar ataques sorpresivos. Desde las sierras de Buenos Aires hasta los ríos de La Pampa, estos pueblos —ya conocidos como Ranqueles, Pampas o Huenehueneles— representaban para el Estado un desafío constante.

En las crónicas y documentos de la época de Rosas, no eran considerados meramente “salvajes” sino naciones enemigas con las que debía negociarse, pactarse o guerrearse, dependiendo del momento político. Rosas, al frente de la defensa de la frontera sur, no los despreciaba ni los invisibilizaba: sabía que eran un poder real que podía aliarse o destruirse. Se firmaron tratados, se intercambiaron rehenes, se ofrecieron regalos (ponchos, yerba, tabaco) y se ejercieron presiones militares. La política rosista fue, ante todo, pragmática.


LA POLÍTICA DE FRONTERA EN LA ÉPOCA DE ROSAS

Juan Manuel de Rosas, en su doble carácter de Estanciero del Sur y Gobernador de Buenos Aires, conocía profundamente el mundo indígena. Como hombre de la campaña, tuvo tratos desde joven con los caciques y aprendió que no se podía avanzar en la “civilización de la Pampa” sin tener en cuenta a sus habitantes ancestrales. A diferencia de campañas posteriores (como la de Roca), Rosas no buscó el exterminio total sino la contención, la alianza o la guerra estratégica.

Su célebre "Línea de Fronteras", reforzada por fortines, blandengues y acuerdos con tribus aliadas, no solo defendía la vida de los cristianos sino también reconocía, aunque de facto, la soberanía indígena más allá del Río Salado.


Por Ariel Agustín Quiroz 
Revisionista en Historia Argentina 

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