La deserción entrerriana en la Guerra de la Triple Alianza.

La deserción entrerriana en la Guerra de la Triple Alianza.

La Guerra de la Triple Alianza, iniciada en 1865 contra el Paraguay, no solo significó una tragedia continental, sino también la confirmación de un rumbo político y militar que se había iniciado con la derrota del federalismo tras la caída de Juan Manuel de Rosas en Caseros (1852). Aquella Argentina, federal en sus raíces y organizada en torno al respeto por las autonomías provinciales, fue reemplazada por una centralización liberal y porteña que encontró su máxima expresión en el liderazgo de Bartolomé Mitre, figura clave en el conflicto contra el Paraguay.

El episodio ocurrido en el campamento de Basualdo, en Entre Ríos, en junio y julio de 1865, da cuenta del rechazo popular y federal a esa guerra considerada injusta. La deserción masiva de las tropas entrerrianas milicianos de Nogoyá, Victoria y otros pueblos que se negaron a combatir bajo bandera extranjera contra un país hermano como Paraguay, revela una resistencia viva a los mandatos del centralismo mitrista.

Los hombres de Entre Ríos no olvidaban. Años antes, bajo la conducción de Rosas y luego de Justo José de Urquiza, la lucha había sido por una patria grande, federal, en armonía con las naciones vecinas. Rosas mismo, durante su gobierno, había mantenido firmes relaciones diplomáticas con Paraguay y el Brasil, priorizando la soberanía nacional y el equilibrio regional, aun a costa del bloqueo anglo-francés.

Por eso, cuando Mitre se embarca en Buenos Aires el 17 de junio para asumir el mando aliado tras la victoria brasileña en Riachuelo, se enfrenta no solo al enemigo paraguayo, sino también al rechazo interno de miles de argentinos que no quieren morir por intereses ajenos.

La reacción del pueblo entrerriano es espontánea, decidida y profundamente política. “¡Viva Urquiza y muera Mitre!”, gritan los milicianos mientras desertan en masa. La orden de fusilamientos que Urquiza da para frenar la desbandada, revela la crisis de liderazgo que sufría quien alguna vez fuera el Restaurador del Federalismo en el Interior, pero que ahora era percibido como aliado de los intereses mitristas y brasileños.

El 7 de julio, Urquiza se ve obligado a licenciar el campamento. La resistencia es total. A fin de ese mes, Ricardo López Jordán le escribe desde Paraná: “la gente se reunirá donde V. E. ordene pero no quieren ir para arriba”, y en septiembre, otro jefe, Juan Luis González, es más claro aún: “si esta marcha no es contra Mitre, ellos no salen de sus departamentos”.

Este episodio marca una continuidad en la resistencia popular que ya había existido en tiempos de Rosas: una cultura política federal, profundamente arraigada en las provincias, que se oponía al modelo liberal y unitario, disfrazado ahora de cruzada internacional. La Guerra de la Triple Alianza fue, en muchos sentidos, la antítesis del proyecto rosista: un ejército argentino subordinado al imperio del Brasil, masacrando a un pueblo hermano como el paraguayo, en beneficio de los intereses de las potencias extranjeras y la oligarquía porteña.

La deserción de Basualdo no fue un acto de cobardía. Fue, por el contrario, un acto de dignidad federal. Un eco del espíritu que animó las montoneras, los caudillos y los fortines de la época de Rosas. Fue el grito ahogado de una patria que no quería ser cómplice de una guerra fratricida. Fue como diría Arturo Jauretche la historia contada por los que no ganaron las batallas, pero nunca se rindieron.

Ariel Agustín Quiroz 
Revisionista Rosita de la Historia Argentina 

Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.

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