Juan Manuel de Rosas y la Soberanía Nacional: Una Reflexión para Nuestro Tiempo
En tiempos de confusión global, donde las decisiones de los Estados parecen muchas veces responder más a intereses extranjeros que al mandato popular, se vuelve indispensable recordar figuras de nuestra historia que defendieron con firmeza el principio sagrado de la soberanía nacional. Juan Manuel de Rosas, con todos sus claroscuros, fue uno de los máximos exponentes de esa causa.
Rosas entendió la soberanía no sólo como una cuestión militar o territorial, sino como una actitud moral del Estado frente al poder. Enfrentó el bloqueo anglo-francés sin doblegarse, defendió el Río de la Plata con sangre criolla, y sostuvo que ningún imperio debía dictar las condiciones de nuestra autodeterminación. En ese gesto político —al que adhirieron aún sus opositores de entonces— hay una enseñanza esencial: la soberanía se ejerce, no se negocia.
Hoy, en un mundo cada vez más sometido a agendas globales impuestas por poderes financieros, mediáticos o ideológicos, la cuestión de la soberanía reaparece con renovada urgencia. Entre estos poderes, el sionismo político internacional —distinto del judaísmo religioso y cultural— se ha constituido en muchos espacios como una fuerza de presión que, en nombre de la memoria del Holocausto, promueve políticas expansionistas, intervenciones militares, censura y control de los discursos críticos.
La Argentina, como país libre y soberano, debe resistir toda forma de injerencia: ya sea de Washington, Tel Aviv, Pekín o Bruselas. La causa palestina —como antes la causa de los pueblos originarios o de los criollos frente al centralismo porteño— interpela a nuestra conciencia americana. Defender a Palestina no es antisemitismo; es un acto de coherencia con nuestra historia federal, antiimperialista y profundamente humanista.
Recordar a Rosas hoy no es repetir su pasado literalmente, sino recuperar su temple ante la presión extranjera, su concepto de orden con dignidad, y su férrea defensa de los intereses nacionales. En una época donde muchas veces se confunde progresismo con sumisión a organismos internacionales y conservadurismo con servilismo al capital financiero global, hace falta recuperar un verdadero patriotismo popular.
Frente al avance del poder global, la mejor respuesta sigue siendo la misma que hace casi dos siglos: "¡La soberanía no se negocia!"
Arial Agustín Quiroz
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