jueves, 11 de septiembre de 2025

Saga: "El Vampiro Federal". Juan Manuel de Rosas

Saga: "El Vampiro Federal"

Tomo I: La Sangre y la Rosa

La historia comienza en el Rincón de López, donde Rosas pacta con fuerzas oscuras para obtener poder sobre la vida y la muerte.

El pacto lo convierte en un vampiro inmortal, alimentado con la sangre de sus enemigos.

Durante el día gobierna con la disciplina y el terror; de noche sale con su guardia personal de vampiros federales a cazar unitarios.

El Restaurador usa la sangre de los unitarios como símbolo de poder, mezclando el terror político con lo sobrenatural.

Tomo II: La Mazorca de la Noche

La Mazorca no es solo una policía política: es una secta vampírica que ejecuta rituales nocturnos y marca con sangre a sus víctimas.

Los unitarios comienzan a difundir rumores de que Rosas no envejece y que su mirada hipnótica somete a cualquiera.

La guerra civil se transforma en una lucha entre hombres y criaturas nocturnas.

Una resistencia secreta de unitarios busca un cazador de vampiros europeo para enfrentarlo.

Tomo III: La Confederación de las Sombras

Rosas extiende su poder sobrenatural por las provincias, enviando a sus generales vampiros a dominar las noches del Litoral, Cuyo y el Norte.

Los federales se convierten en una legión inmortal, imposible de derrotar en la oscuridad.

Los unitarios descubren un antiguo texto en las ruinas jesuíticas de Misiones que podría revelar cómo destruir al vampiro federal.

Surgen enfrentamientos nocturnos épicos en campos de batalla iluminados solo por la luna.

Tomo IV: Caseros, la Batalla de la Medianoche

La Batalla de Caseros se transforma en un choque entre ejércitos humanos y vampíricos.

Urquiza, con ayuda de extranjeros y un arma secreta (posiblemente un crucifijo relicario de los Andes), logra quebrar el poder de Rosas.

El Restaurador es herido y, para no ser destruido, se exilia a Inglaterra…

pero en realidad viaja para unirse a antiguos clanes vampíricos europeos, preparando su regreso.

Tomo V: El Retorno del Restaurador

Siglo XX: en la oscuridad de Londres, Rosas planea volver a la Argentina.

Su legado vampírico aún vive en descendientes ocultos en la pampa.

La saga conecta pasado y presente: ¿y si los vampiros federales nunca fueron derrotados del todo?


Capítulo I: El Caudillo y la Sangre

La luna llena se alzaba sobre Palermo. Sus rayos plateados bañaban los jardines de la residencia del Restaurador, donde los rosales parecían florecer con un brillo espectral. El silencio de la noche se quebró con un sonido profundo: un crujido de ataúd que se abría bajo tierra.

De la oscuridad emergió Juan Manuel de Rosas. Su uniforme federal relucía como si nunca hubiera tocado el polvo de la guerra. Sus ojos, rojos como brasas encendidas, contemplaban la pampa infinita. En su boca, los colmillos brillaban con un hambre antigua.

Esta noche la sangre unitaria volverá a correr murmuró con voz grave, casi un rugido.

A su lado, uno a uno, comenzaron a levantarse sus soldados vampiros. Vestían ponchos colorados, sus sombras alargadas parecían alas de murciélagos. No eran hombres comunes: eran la guardia nocturna de Rosas, una Mazorca de colmillos y garras.

El aire se llenó de un silbido. Era la corneta federal, pero soplada en clave de muerte. Los caballos, negros como la noche, emergieron de las tinieblas con ojos brillantes y espuma sanguinolenta en las fauces.

Rosas montó su caballo, un alazán espectral al que llamaban Lucero de la Noche. El animal golpeaba la tierra con sus cascos, levantando chispas rojas como brasas.

¡Federales! tronó Rosas, con la voz que hacía temblar a vivos y muertos. ¡Es hora de cazar!

Un grito colectivo, mitad alarido humano, mitad chillido animal, se expandió como un eco infernal por los campos.

Los vampiros federales cabalgaron hacia las barrancas del río, donde un grupo de unitarios dormía confiado. El silencio se quebró en un instante: alas de murciélagos cubrieron el cielo, los cuchillos brillaron, y la sangre corrió como un río carmesí sobre la hierba.

En el centro de la masacre, Rosas descendió de su caballo. Tomó de los cabellos a un joven oficial unitario y clavó sus colmillos en la garganta. La sangre manó caliente, tiñendo su uniforme colorado.

El caudillo cerró los ojos y bebió profundamente, como si absorbiera no solo la vida, sino también la voluntad de sus enemigos.

Así gobierna el Restaurador —susurró, con los labios manchados de rojo.

Cuando el sol comenzara a asomar, él y sus soldados volverían a descansar bajo las bóvedas secretas de Palermo, hasta la próxima noche. Porque Rosas no era solo un caudillo. Era el vampiro eterno de la Federación.



Ariel Agustín Quiroz 


No hay comentarios:

Publicar un comentario