Conmemoramos y homenajeamos el Aniversario de su Natalicio del General Lucio Norberto Mansilla, nacio 4 de marzo de 1792,el héroe de la batalla de la Vuelta de Obligado y vencedor de la guerra del Paraná sobre la flota anglofrancesa
El 20 de noviembre de 1845 Mansilla mismo, desde su posición de comando, ordena a sus hombres calar bayonetas... ¡A pechazos, si es necesario, los volverán al agua!.
Granadero de San Martín, batiéndose con bravura en "Chacabuco", vencedor en "El Ombú" en la guerra contra el Imperio del Brasil, figura clave para Juan Manuel de Rosas en la construcción de su poder, en Obligado recibió un golpe de metralla en el lado izquierdo del estómago y sobre las distintas costillas, pero, repuesto de sus heridas, será clave en la derrota de los invasores.
Por Pablo Vazquez
EL HEROE DE OBLIGADO
Un 4 de marzo de 1792, nacía el General Lucio Norberto Mansilla, el verdadero HÉROE de Obligado.
Hoy hubiera cumplido 233 años.
Más de dos horas llevaba la Batalla, y los continuos aciertos de la mejor artillería franco-inglesa, poco a poco iban acallando el tronar de nuestros cañones.
Aprovechando ésta circunstancia, el menor fuego patriota, los invasores organizan un desembarco de tropas, para tratar de acallar a esos insolentes que tratan de evitar el paso de la escuadra, en ese lugar marcado en el mapa, como la Vuelta de Obligado. Es el 20 de noviembre de 1845.
Dos batallones de soldados anglo franceses, inician el desembarco, llenando varios botes.
Mansilla mismo, desde su posición de comando, al ver ésto, ordena a sus hombres calar bayonetas... ¡A pechazos, si es necesario, los volverán al agua!.
El viejo soldado Sanmartiniano, el mismo que se había batido con bravura en "Chacabuco", desenvaina su glorioso acero, y al frente de sus soldados, inicia la carga de bayoneta, contra esos gringos malnacidos que osan pisar el suelo de la Patria. Es el mismo acero vencedor en "Ombú", en la Guerra contra el Brasil.
Allí esta Mansilla, a la cabeza de sus hombres, cuando una descarga de metralla le golpea el vientre, desvaneciendolo y quedando fuera de combate.
Luego de finalizada la Batalla de la Vuelta de Obligado, el parte médico sobre la salud del General Lucio Norberto Mansilla, dira:
"... El Sr. General Mansilla recibió en la tarde del 20 un golpe de metralla (la que hemos visto y pesa más de una libra) en el lado izquierdo del estómago, sobre las distintas costillas, y según hemos reconocido, ha sido fracturada una de estas. Cayó sin sentido, sufrió por muchas horas desmayos, vómitos, y otros molestos accidentes que fueron calmando gradualmente; se le ha aplicado un vendaje apropiado para remediar la fractura de la costilla, y se emplean los medios que aconseja el arte... ".
Obligado fue derrota. Pero pocos meses después, el 4 de junio de 1846, ya repuesto de sus heridas de batalla, Mansilla les dará una paliza en la Angostura del Quebracho, a esos europeos soberbios, que sin permiso, se creyeron con derecho de navegar nuestros ríos interiores.
Por Ricardo Geraci.
LAS MUJERES DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES
Además de las patricias mendocinas y las religiosas que confeccionaron la Bandera de los Andes, existieron otras mujeres anónimas que, en el campo de instrucción “El Plumerillo” trabajaron largas horas para proveer los uniformes y el abrigo necesarios para la tropa que llevó a cabo la gesta libertadora.
Por órdenes militares, no se debían admitir mujeres en el Ejército de los Andes. Pero las hubo y algunos de sus nombres y acciones heroicas en pos de la independencia llegaron hasta hoy. Un recorrido por la historia de tres de ellas: Martina Chapanay, Pascuala Meneses y Josefa Tenorio.
Martina Chapanay, la mensajera de los Andes
A quienes viven en la zona de Cuyo el nombre Martina Chapanay les puede resultar muy conocido: forma parte del folclore local. El relato de su vida y aventuras pasó de boca en boca, de generación en generación, hasta llegar a hoy, y venció la niebla que suele envolver a las mujeres y disidencias de la historia argentina.
Por lo general, su nombre está acompañado de numerosos epítetos, propios de la literatura oral, que dejan entrever su personalidad y sus actos y permiten recordarla con facilidad: la Montonera (también, la Montonera del Zonda, la Montonera Gaucha), la Hija del Viento Zonda, la Quijote-Hembra, la Bandolera Indómita, la Vengadora Cuyana (también, la Vengadora del Chacho), la Venerada, la Mestiza Rebelde, entre otros.
Origen huarpe
La tradición afirma que era mestiza, hija de un cacique huarpe de apellido Chapanay (del huarpe, chapac-nay, 'zona pantanosa') y de una mujer blanca cautiva. Nació alrededor del 1800 en la zona de las lagunas de Guanacache (secas en la actualidad), ubicada en las provincias de San Juan, San Luis y Mendoza. Existe un registro de la capilla Nuestra Señora de la Merced de la provincia de San Juan que se cree que es de ella. Allí se consignó el bautismo de una tal Martha Chapanay el día 15 de marzo de 1799, hija legítima de Ambrocio Chapanay y Mercedes González; el registro no incluye datos del día de nacimiento (Argentina bautismos, 1645-1930).
Rebelde y libre
Por haberse convertido en leyenda, los detalles de la vida de Martina difieren según la versión, pero todas coinciden en que era una mujer valiente y aguerrida que rechazó los roles y estereotipos de género que la sociedad de la época le imponía: las tareas domésticas y de cuidado. Muy por el contrario, ella adoptó características que se consideraban «masculinas», como la destreza en el uso de armas blancas y boleadoras, la habilidad para cabalgar y montar en pelo y el vestirse de gaucho con chiripá, poncho y botas de potro. Además, fumaba tabaco y bebía.
Felipe Pigna (2012), en su libro Mujeres tenían que ser, lo resume de esta manera: «Se llevó muy bien desde temprano con los caballos y los caminos más difíciles, y aprendió a jugar con el lazo y el cuchillo como las otras niñas lo hacían con las muñecas».
Martina era una niña cuando falleció su madre y, por decisión de su padre, quedó al cuidado de una mujer llamada Clara. Pero, al tiempo, Martina escapó de ella y comenzó una larga vida marginal. Se enamoró de un bandolero, Cruz Cuero, y se convirtió en bandolera, en bandida rural como él, pero distribuía lo que robaba con su banda entre las personas más pobres. Integró las montoneras de Facundo Quiroga y, luego, las del Chacho Peñaloza, cuya muerte vengó.
Martina habitaba los límites, las fronteras. No era totalmente huarpe, ni totalmente blanca. Era mujer, pero se vestía «como un hombre». Era bandolera, pero a lo Robin Hood.
«Martina fue un personaje singular pero también fue un arquetipo de la travesía: como gaucho fue un rebelde propio de la época, como indio era característico que viva al borde de la civilización: es marginada y marginal a la vez». (Casas, p. 49).
Así, la figura de Martina, tan rebelde y de armas tomar, se contrapone en el imaginario popular a la de las chinas ―dulces, mansas y serviciales― y a la de las mujeres cautivas, usualmente representadas en el arte pictórico como mujeres blancas, pasivas, lánguidas, desnudas y vulnerables. Mientras las cautivas eran llevadas a la fuerza a caballo por hombres indígenas (la «barbarie») y las chinas les cebaban mate a sus gauchos, la propia Martina era una mujer que cabalgaba libre, poncho al viento.
Chasqui de San Martín
Cuando Martina se enteró de que San Martín se preparaba para cruzar los Andes, se presentó para ofrecer sus servicios como chasqui. Los chasquis eran mensajeros, personas que tenían como oficio llevar mensajes, montadas o a pie (Academia Argentina de Letras, 2019). Martina era la persona ideal para la tarea: era valiente, buena baqueana y una jineta extraordinaria. «Conocía como nadie el terreno y fue un eficaz chasqui entre las columnas del Ejército Libertador. De aquella epopeya le quedó una chaqueta que lució orgullosa durante años» (Pigna, 2018).
Martina en la literatura y la música
Sobre ella tratan varios textos literarios, como la novela La Chapanay, de Pedro Echagüe (1884), La Martina Chapanay. Poema histórico, del maestro normal Julio Fernández Peláez (1934) y, más recientemente, la novela Martina, montonera del Zonda, de Mabel Pagano (2009).
Por el lado de la música, podemos mencionar cuatro canciones que tratan sobre Martina. Una de ellas es «Bandidos rurales», de León Gieco, donde se la nombra entre otros bandidos de la Argentina. Otra canción sobre ella integra el álbum San Martín Vuelve de Mariano Saravia, Gustavo Maturano y Juan Martín Medina y se titula «Martina Chapanay». Hay una cueca «guanacacheña» de Los Trovadores de Cuyo que se titula «La Martina Chapanay» y cuya letra la recuerda así:
Fue Martina Chapanay
la nobleza del lugar.
Cuyanita buena
de cara morena
valiente y serena
no te han de olvidar.
Más recientemente, se lanzó «Martina Chapanay, libre y valiente», interpretada por Mambo y Kei Faur, de Mendoza. Este tema comienza contando la historia de Martina y la trae al presente, con ritmo de rap, para hablar del empoderamiento de las mujeres en la actualidad, un material muy interesante para trabajar con estudiantes de Nivel Secundario.
Devoción popular: hacia la eternidad
Se dice que sus restos descansan en el cementerio de la localidad de Mogna, en el nordeste de la provincia de San Juan, en una tumba de laja blanca sin ninguna inscripción, pero que no tiene nada de anónima. La gente del lugar la visita para las fechas patrias y le deja ofrendas. Esa es la tumba de Martina Chapanay, símbolo de defensa de las personas más pobres y de las causas justas. Ya forma parte de la devoción popular. En su homenaje, se estableció en Mendoza el 22 de febrero el Día de la Mujer Cuyana, que se celebró por primera vez en 2022
Era 1816. San Martín estaba en el campamento de El Plumerillo terminando los preparativos para cruzar la cordillera en el verano del año siguiente. En ese momento, Pascuala Meneses, una joven chilena o mendocina (según la versión) se enteró de la gran empresa que se estaba gestando y tomó una decisión: alistarse en el Ejército de los Andes. A diferencia de las damas de alta alcurnia, ella era una humilde campesina, que no tenía dinero ni armas ni joyas que aportar a la causa. Lo que sí tenía era valor y su propia vida, y estaba dispuesta a ofrendarlos por la libertad.
Por órdenes de José de San Martín, las mujeres no podían integrar las filas del ejército, pero eso no detendría a Pascuala. Decidida como estaba, se vistió de varón y cambió su nombre al alistarse como voluntaria. Así, pasó a ser «Pascual Meneses».
Le entregaron el uniforme de granadero, seguramente uno de los tantos que cosieron las «Peladas de la Corrupción» o «Peladas Corruptas». Con esos nombres se llamó a un colectivo de costureras compuesto de mujeres indias, chinas y negras que vivían reclusas en conventos. Ellas cosieron todas las frazadas y los uniformes que llevaron los soldados.
Ya vestida de granadera, Pascuala se unió a la columna del general Juan Gregorio Las Heras, la segunda en importancia después de la del propio Libertador. En la columna había unos quinientos hombres. El 18 de enero de 1817 partieron de El Plumerillo y marcharon casi ciento treinta kilómetros con dirección al norte. El objetivo era cruzar la cordillera por el paso de Uspallata, a 3400 metros sobre el nivel del mar.
En el camino, las sospechas y los cuchicheos crecieron. ¿Pascual Meneses era, en verdad, una mujer? Que sí, que no... Finalmente, unos días después, cerca de Uspallata, descubrieron su identidad. Pascuala tuvo que devolver el uniforme y regresar a Mendoza. Cuenta Lily Sosa de Newton (1986) en su Diccionario biográfico de mujeres argentinas: «[...] Las Heras ordenó su regreso a Mendoza. No se conocen más pormenores sobre la vida de esta muchacha que quiso ser soldado del ejército de San Martín».
Pascuala participó del inicio del Cruce de los Andes, aunque sus intenciones fueron frustradas solo por ser mujer. A pesar de todo, el tiempo se ocuparía de darle un justo reconocimiento.
La figurita de Pascuala
Pascuala Meneses es una de las mujeres retratadas en el álbum Libertarias. Mujeres que dejan huella, de Mariana Baizán, editado en 2017 por Las Juanas Editoras y Chirimbote. Se la puede ver en la figurita 44 como una joven de largo pelo negro con frustración en el rostro. Está sentada a la orilla de un río con los pies metidos en el agua. A un lado, hay unas botas.
Pascuala en los medios audiovisuales
En 2021, la Municipalidad de Las Heras (Mendoza) la homenajeó en un relato audiovisual con motivo de la efeméride del 25 de Mayo. Con dirección de Hugo Moreno, el corto fue filmado en el campo histórico El Plumerillo. En él se muestra primero a una Pascuala Meneses niña en tiempos de la Revolución de Mayo y, luego, a una Pascuala joven y decidida —interpretada por la actriz mendocina María Vilchez— que se viste con el uniforme de granadero y que, con el morrión bajo el brazo, dice de frente, mirando a cámara:
«Soy Pascuala Meneses, granadero del Ejército de los Andes y mi sueño de patria es más grande que mis temores».
También recuerda la figura de Pascuala Meneses la obra teatral El pueblo que hizo patria, que se lleva adelante en el predio del campo histórico El Plumerillo. La obra fue declarada de interés municipal el 2 de julio de 2022
Josefa Tenorio: La abanderada del Ejército de los Andes
Toda biografía comienza con un nombre al que le siguen la fecha de nacimiento y de muerte (de corresponder) y, luego, viene el relato de sus actos, un resumen de su vida. Así son las bíos de los grandes próceres de la independencia americana. Sin embargo, aunque Josefa Tenorio ocupa un lugar importante, en su biografía no figuran ni fecha de nacimiento ni de muerte: se desconocen. Solo tenemos su nombre y los datos que aparecen en un documento que ya tiene unos doscientos años, sellado entre 1822 y 1823 y firmado por San Martín, entre otros. La historia de ese documento comienza con una carta que Josefa Tenorio le dirigió al Libertador para presentar un reclamo.
La promesa de San Martín
Josefa Tenorio era una mujer afrodescendiente. Antes de la gesta del Ejército de los Andes, vivía en situación de esclavitud al servicio de una señora llamada Gregoria Aguilar (Balmaceda, 2017). Como tantas otras personas africanas y afrodescendientes, era víctima de la trata esclavista vigente durante la Colonia.
Cuando el cruce se empezó a organizar, San Martín hizo una promesa que llamó la atención de Josefa: los esclavos que participaran del cruce y las batallas por la independencia ganarían su emancipación al regresar. A cambio de su entrega y sacrificio al servicio de la independencia de América, obtendrían esa doble libertad: como pueblo y como personas. La promesa estaba dirigida solamente a hombres esclavizados ya que en el Ejército de los Andes no se admitían mujeres, pero Josefa quiso participar igual.
Y lo hizo. Se vistió de hombre y se presentó como voluntaria ante el Ejército de los Andes. El general Las Heras (el mismo que, una vez descubierta la identidad de Pascuala Meneses, la hizo regresar a Mendoza) no solo la aceptó en las filas, sino que, además, le confió una bandera para que lleve y defienda. Por este hecho, se la conoce como «la abanderada del Ejército de los Andes».
Luego, «fue agregada al cuerpo del teniente general Toribio Dávalos. Cruzó los Andes sin excusarse en ningún momento por su condición de mujer. Integró patrullas, realizó rondas y batalló a la par de sus camaradas» (Balmaceda, 2017). Cruzó los Andes. Participó del sitio del Callao. Entre 1820 y 1821, intervino en varias contiendas.
A su regreso, con la palabra libertad resonando más que nunca en su ser, Josefa le mandó una carta a San Martín. En ella relató todos sus actos y, finalmente, reclamó la libertad prometida (Pruzzo, s. n. t.):
Habiendo corrido el rumor de que el enemigo intentaba volver para esclavizar otra vez a la patria, me vestí de hombre y corrí presurosa al cuartel a recibir órdenes y tomar un fusil. El general Las Heras me confió una bandera para que la lleve y defienda con honor. Agregada al cuerpo del comandante general don Toribio Dávalos, sufrí todo el rigor de la campaña. Mi sexo no ha sido impedimento para ser útil a la patria, y si en un varón es toda recomendación de valor, en una mujer es extraordinario tenerlo. Suplico a V.E. que examine lo que presento y juro. Y se sirva declarar mi libertad que es lo único que apetezco.
Josefa Tenorio, esclava de doña Gregoria Aguilar
San Martín, fiel a su promesa, contestó de forma favorable: «Téngase presente a la suplicante en el primer sorteo que se haga por la libertad de los esclavos».
Josefa en la música
Una canción de Aníbal Cuadros recuerda la historia de Josefa. Titulada «Josefa Tenorio» y con ritmo de candombe, forma parte del álbum Volverme raíz.
Ahí va Josefa Tenorio
con banderas desplegadas
dispuesta para alcanzar
la independencia anhelada.
Convicciones ancestrales
la empujan a la batalla
y en su pecho está latiendo
la libertad de su raza.
Ilustraciónes: Camila Torre Notari
Referencias bibliográficas
Academia Argentina de Letras. (2019). Diccionario de la lengua de la Argentina. Colihue.
Argentina bautismos, 1645-1930 [base de datos]. Martha Chagaray, 1799. FamilySearch.
Balmaceda, D. (2017, 14 de noviembre). Una patriota en el cruce de los Andes. La Nación.
Casas, J. (2009). Mogna, larga distancia: el pueblo de la travesía.
Pigna, F. (2012). Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930. Planeta. Página 243.
Pigna, F. (2018). Mujeres insolentes de la historia 2. Emecé.
Pruzzo, L. (s. n. t.). Día Internacional de la Mujer. Instituto Nacional Sanmartiniano.
Sosa de Newton, L. (1986). Diccionario biográfico de mujeres argentinas. Editorial Plus Ultra.
Por Claudia Heredia.
Un poco de historia aprendida en la primaria
9 de marzo de 1811.Muere el niño del Tambor de Tacuari
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Rafael obligado .
El Tambor de Tacuari
Es un grupo de argentinos
el que marcha a combatir;
es la Patria quien los mueve
y es Belgrano su adalid.
Con la bala y con la idea
traen de Mayo el boletín;
y las selvas paraguayas
van abriendo al porvenir,
mientras juega con sus chismes
el Tambor de Tacuarí.
Rompe el aire una descarga,
el cañón entra a crujir,
y un vibrante son de ataque
los empuja hacia la lid.
Bate el parche un pequeñuelo
que da saltos de arlequín,
que se ríe a carcajadas
si revienta algún fusil,
porque es niño como todos
el Tambor de Tacuarí.
Es horrible aquel encuentro:
cien luchando contra mil;
un pujante remolino
de humo y llamas truena allí.
Ya no ríe el pequeñuelo:
suelta un terno varonil,
echa su alma sobre el parche
y en redobles le hace hervir:
que es muñeca la muñeca
del Tambor de Tacuarí.
-¡Libertad! ¡Independencia!
parecía repetir
a los héroes de dos pueblos,
que entendiéndose por fin,
se abrazaron como hermanos;
y se cuenta que de allí.
Por América cundieron,
Hasta en Maipo, hasta en Junín,
Los redobles inmortales
Del Tambor de Tacuarí
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Proyecto de Colocación de Placa de Rosas y Símbolo Federal en espacio público, para homenajear a Restaurador de las Leyes
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